El entusiasmo


 

 Hay personas especialmente dotadas para ver las relaciones que se dan entre varios movimientos políticos -- aunque ello les reporte el silencio de los mandarines de la cultura (¿o son cancerberos?)

Hannah Arendt fue una de ellas. Vio los lazos comunes que unían el fascismo, el comunismo y el imperialismo. Gracias a su lucidez y coraje la izquierda ha renegado de ella. Ahora se la intenta recuperar poniendo el foco en el fascismo y olvidando, voluntariamente, que su análisis incluía tambien los regímenes comunistas.

Otro de esos seres excepcionales fue Elie Hálevy, que antes incluso que Arendt, fue capaz de ver otro rasgo común que unía fascismo y comunismo: la organización del entusiasmo. Esta permite, por un lado, estatalizar el pensamiento de la sociedad -- hacerlo un solo pensamiento, un solo pueblo -- y por otro movilizar a las masas como si fuera un único cuerpo. Ocurrió en Italia, en Alemania en la URSS, en los países a aquel lado del Telón de Acero.

Por su capacidad de análisis a Hálevy le cayó en suerte el olvido -- ¿o fue el encierro en el cuarto oscuro? -- por parte de los mandarines -- ¿cancerberos? -- de la cultura. Nosotros, los que aún somos libres, lo leemos y observamos que mucho de lo que él trajo a la luz se repite hoy en las sociedades populistas -- sin duda con rasgos totalitarios. No es ya solo el fascismo y el comunismo, el nacionalismo y el populismo también participan de tales características. Sin duda, porque como ya sabíamos algunos -- pocos -- todo populismo es un totalitarismo.