Repliegue

 


Al final ni la negación más encarnizada se sostiene contra la realidad. El repliegue occidental del Medio Oriente —Afganistán es solo un símbolo— es la señal del ocaso occidental (y mal que me pesa escribir esto, en gran medida porque habrá quien crea que soy del club de los que especulan con la decadencia de Occidente al modo de Oswald Spengler, y nada más lejos de mis intenciones e inclinaciones).

Lo que pocos se atreven a mirar es que la decadencia no alcanza solo al Occidente capistalista. El Occidente — ya desvanecido, por fortuna — comunista también desaparece de allí. Las repetidas innovaciones — mágicas, sin duda — al “No a la guerra” solo querían decir una cosa, o principalmente una cosa: la Revolución carecía ya de sentido, incluso era contraproducente. El pacifismo comunista era sólo el reconocimiento silencioso— vergonzante — de que la época de las revoluciones había ya pasado. Si el comunismo no iba a lograr la anexión de nuevos países, mejor sería que no hubiera revoluciones. 

Al final se dieron cuenta de que alcanzar el poder — y mantenerse en él — era más fácil cuando se hacía ganando elecciones. Así Hugo Chávez hizo lo mismo que Mussolini: llegar a la jefatura del gobierno a través de elecciones democráticas y, una vez aposentado en el silllón curul, desmontar los mecanismos democráticos.