El olor de la santidad

 


 A Antonio Martínez Sarrión -- el poeta moderno de la literatura española de las últimas décadas -- lo han sntificado nada más morirse. Hemos asistido impertérritos al borrado de algunos datos imprescindibles en su carrera literaria para hacer de él un buen poeta -- no un poeta que lea todo el mundo pues su apuesta literaria es de de la mínima minoría -- pero sí un poeta que podamos exhibir como los abuelos exhiben las fotos de sus nietos. Martínez Sarrión se ha convertido en el poeta que llevan en la cartera  para enseñarlo a las amistades, e incluso a los enemigos, y así mostrar -- y demostrar -- que son cultos. (¡Esa triste necesidad social de la poesía!; ¡necia necesidad!)

Sarrión -- siempre me fascinó esa cara suya de rasgos prehistóricos -- es un poeta del que ya no se dice que incluyó "Sad Song" del heroinómano Lou Reed, en uno de sus libros. Una canción maldita, que podía llevar a la esquizofrenia y la paranoia según un crítico musical de Rolling Stone. Tampoco se dice que le gustaba Gamiani, probablemente la novela erótica más bestia que se haya escrito, hasta el punto de que quizás solo sea pornografía. A Alfred de Musset lo tradujo, y también a algunos surrealistas. Del Surrealismo sabemos que tiempo atrás se convirtió en atracción para niñas rebeldes. A Breton, Eluard, y Aragon hay que leerlos en silencio. Al igual que a Martínez Sarrión, ¡como si fuéramos conjurados!

Y recuerdo -- ¡bien sé por qué! -- "Birds in the Night".