La razón populista (I)



 Cuando —en Occidente — alguien afirma, incluso con seriedad, que el burka empodera a las mujeres, lo hace siguiendo los pasos estrictos de la razón populista. No tengo claro si el que sigue esos pasos estrictos — y pesados, muy pesados, tan pesados que le hacen sentir sobre sus hombros a aquel que los sigue todo el peso de la salvación moral del mundo en su lucha contra el Capitalismo (del que, sobre todo ignora lo más básico: que es una doctrina económica que medra con las teocracias islámicas, el comunismo chino, la plutocracia norteamericana y el Estado de Bienestar europeo) — advierte el grado superlativo de banalidad de cualquier proposición de la razón populista o si, llevado por el fanatismo (consecuencia de esa pesantez estricta heredada del tardomarxismo), cree en verdad en su acción— y en la verdad de la proposición dicha al comienzo.

De lo que cabe poca duda es de la banalidad lograda a golpe de tecnología y mercadotecnia que el populismo (a diestra y siniestra) ha logrado sobre las ruinas del derrumbe soviético. Solo con pensar que tanto la izquierda como la derecha consideran lo que llaman ‘guerras culturales’ ( que no pasan de ser el flatus voci medieval puesto traído a nuestro presente posmoderno populista — más populista que posmoderno, aunque populista por posmoderno, no lo olvidemos) como el gran terreno de batalla en nuestra época debería hacernos pensar en la vaciedad — la alegre y jovial vaciedad, jacarandosa también — que es esta sociedad en que al tiempo que se grita no a la guerra se exige a los bárbaros que paren en sus atropellos.