Matices, belleza



Traía el otro día a este blog una frase de Borges:

"Quizá la historia universal es la historia de la diversa entonación de algunas metáforas".

Después de escribir el texto me quedé pensando en la frase, paladeándola en su ritmo, en su significado, en la cantidad de matices que introducía el adjetivo "diversa". Me vino a la mente el título del ensayo de Carmen Martín Maite: Usos amorosos de la posguerra española. Un uso es una costumbre o un hábito, y también una palabra que al estar unida a "amorosos" amplifica sus propios matices, a lo que se añade -- una vez más -- el ritmo del título.

Estos matices crean la belleza del lenguaje. Apenas nos encontramos frases como estas en los libros que hoy se publican. Suelen ser todas mucho más simples, directas, banales, ayunas de matices -- es el signo de nuestro tiempo: al que matice le arrean con la cachiporra de la ortodoxia y del "prietas las filas". 

En literatura ocurre como en el cine: todo ha de ser claro, directo como un puñetazo, como el sabor del refresco. Ha de convulsionar para enseguida olvidarse y volver a dar otro trago convulso y enseguida olvidado. El matiz, los ecos, las ondas concéntricas que se van debilitando en el tiempo y en el espacio: en la memoria, apenas nada de eso queda, un recuerdo de otros tiempos a lo sumo.