Figuras retóricas



Decía Borges:

 quizá la historia universal sea la historia de la diversa entonación de algunas metáforas.

Eso era en un momento en que al discurso aún se le exigía coherencia y al hablante una actitud -- que podríamos llamar moral -- de no engañar a sabiendas a los oyentes y de tratarlos como a adultos. Esta actitud no existe ya más que en casos aislados. El énfasis, el triunfo a toda costa -- también a costa de la verdad y la sinceridad --, la actitud virtuosa impostada, y algunas otras razones igual de bajas, han hecho de la conversación pública -- en la que se incluyen los libros y los artículos periodístico -- un lodazal. 

No son metáforas lo que nos gobiernan -- lo que no significa que no existan. Las figuras retóricas que conllevan repetición -- y, por tanto énfasis -- son las que dominan. Anadiplósis, epanadiplosis, concatenación son las tradicionales. Hoy deberíamos añadir la amplificación gracias a la yuxtaposición de dos términos -- o sintagmas -- alejados: El que está cargado de connotaciones impregna al otro.

La metonimia y la sinecdoque son otros dos tropos muy usados que ayudan a dividir, parcelar y señalar.

Para Borges lo importante no era tanto la variedad metafórica sino la diversa entonación. Hoy en día la sutileza de las entonaciones ha desaparecido. Con el grito desaforado les basta a algunos que, de tanto ruido como hacen, impiden que los demás hablemos.