Breve apunte de un pasado que, por fortuna, sí existió

 


Hace ya casi cuatro décadas — más de lo que algunos de los que reparten nihil obstats en nuestro presente han vivido — era frecuente leer a quienes tenían ideas y opiniones, no ya distintas a las propias del lector, sino claramente contrarias. Había, por supuesto, quienes solo leían a los suyos. Recuerdo a muchos que solo leían el Arriba o Bandera Roja. No era lo común. Quien más quien menos leía a aquellos con quienes coincidía en sus ideas y con quienes divergía, algunos incluso decían— ¡tamaño atrevimiento de hereje! — que preferían leer a aquellos con quienes no estaba de acuerdo. Leer a quienes confirmaban sus ideas sólo lograba aburrirlos. 

Esto fue en el pasado, y quienes aún perseveramos en tomar en cuenta las razones de los otros — las razones divergentes y contrarias — somos, al igual que la tolerancia y la libertad de pensamiento, especies en extinción.