Nada de palabrería



 “No eloquence”, nada de palabrería, aconsejaba la filósofa Judith Jarvis Thomson a sus alumnos. Los ensayos tenían que escribirlos en una prosa que fuera cristalina, donde las ideas predominarán. ¡Qué gustos leer a personas así, como Thompson, con claridad de ideas y en la expresión!, ¡qué alejada del narcisismo pueril francés y sus aliados americanos donde solo hay ruido, confusión y vacío!

¡La claridad de las ideas, el resplandor de lo exacto y concreto: los conceptos por fin materializados!