Un filósofo



 La gracia y la ligereza, el pensamiento agudo, la reflexión desde lo cotidiano... todo eso ha desaparecido ya con la muerte de Enrique Lynch. Pocos filósofos verdaderos quedaban, filósofos de su tiempo, claro, y con su tiempo. Predomina — hasta asfixiarnos con su retórica sotananesca— la clerical la, los que te niegan la libertad y la autonomía, los que te inoculan el miedo a la vida para controlarte, los que hacen de la retórica una filosofía, los que quieren construir un paraíso en la tierra — el infierno colectivo colectivizadlo.

No era de esos Enrique Lynch, el alegre y ligero, el libertador, el rompedor de supersticiones — el filósofo, en suma. El que, al final de su vida se preguntó qué había de segundo.