Neologismos

 


Últimamente asistimos a un vuelco de palabras que no hemos usado nunca en español. Unas vienen por la pereza mental de quienes comienzan a usarlas. En vez de traducirlas — para lo cual en muchos casos es necesario encontrar un equivalente en español, un equivalente que ya existe también en muchas ocasiones — las utilizan tal cual, sin ni siquiera adaptarlas fonéticamente.

El otro caso es la sustitución de vocablos que llevaban ya un tiempo siendo usados por otros, que no son nuevos en sentido estricto pues ya existían en otros contextos. En este caso la motivación es ideológica. Busca que desaparezcan las huellas del poso que el uso ha dejado en esa palabra.

Citaré dos ejemplos que me vienen ahora a la cabeza: trabajadora sexual en vez de prostituta, y heteropatriarcado por machismo. Si ya no luchamos contra el machismo sino contra el heteropatriarcado, el objetivo contra el que se lucha cambia al tiempo que se borra la historia de la lucha de muchas mujeres durante muchos años. ¡Y qué decir del término trabajadora sexual! Como si fuera una trabajadora más: trabajadora de la enseñanza, de la sanidad, sexual, ... Desaparecen todas las connotaciones del término prostituta y aparece una profesión más, creada de un modo aséptico.

Estos neologismos provienen — en su inmensa mayoría— de aquellos que tienen el poder, o que van a tenerlo en un plazo de tiempo breve. La aceptación de los neologismos es señal de que el grupo que los usa asciende en la sociedad hasta terminar siendo dominante, o prescriptor.

Claro que todo esto ya lo dijo Lewis Carroll en su fábula sobre el mundo maravilloso. Será que estamos en ese mundo maravilloso.