Rectitud



Para conseguir la aquiescencia general lo primero que uno ha de hacer es utilizar las palabras con sentido torcido. Fijémonos, por ejemplo, en lo que hemos dado en llamar – de manera totalmente errónea, pero no inconscientemente – literatura utópica. Las conclusiones que uno puede sacar de la lectura de tales libros están dominadas por el horror. Ya sea en forma positiva: la sociedad armónica de la que el mal ha sido erradicado – en línea con rama de la teología que se ha dado en llamar filosofía política – o en forma negativa: los horrores de determinadas sociedades, la palabra ‘utopía’ trastorna el sentido de tales escritos.

No debería extrañarnos la etimología de la misma palabra. Que ‘utopía’ remite a ningún lugar es un tópico entre los académicos. Lo que nadie ha señalado es que además remite a una clara ausencia de criterio. Que un mismo tipo de literatura incluya Los viajes de GulliverRobinson Crusoe o Rebelión en la granja refuerza dicha sospecha. Habrá quien – en un ejercicio sofístico – encuentre los puntos comunes o el hilo que une tales obras y tantas más. No es gran trabajo si tenemos en cuenta que Tomás de Aquino dictó las cinco pruebas que demostraban la existencia de Dios o que Antonio Gramsci arguyó la necesidad bondadosa del nacionalismo. 

Cualquiera puede convencer a una audiencia necesitada de la pertinencia del argumento más peregrino. Sirva este texto como ejemplo, lo que no empece su verdad, y donde las palabras han sido traídas en su recto sentido.