Opiáceos



No ha de extrañarnos el auge que tuvo el realismo mágico. En esencia es la aceptación de la derrota política llevando las ‘aperturas posibles a un mundo alternativo’ a la ficción. Allí recluidas el creyente puede ir a visitarlas y dar rienda suelta a la esperanza de un nuevo tiempo y un nuevo mundo. En el fondo, sabe que todo seguirá igual, y eso lo conforta.

La ficción, pues, ha pasado de ser un manual de buenas costumbres para señoritas a un opiáceo para soportar el desengaño.