Indicaciones topográficas para la sumisión ciudadana



 Las indicaciones topográficas tuvieron durante un tiempo una función orientadora – nos dicen – pero sobre todo, tribal. Ser de izquierdas o de derechas orientaba a las personas: a los diputados les asignaba un lugar en el Congreso, que estos aceptaban con ligereza. Poco a poco fue perdiendo su sentido orientador para ser simplemente un modo de identificación – ¡exacerbado en esta época nuestra donde no eres nadie si no tienes una identidad! Los diputados dejaron de sentarse a la izquierda o a la derecha pasar ser de izquierdas o de derechas, como si las ideas políticas fueran una esencia. Era, sí, una identidad: un modo de formar parte de la tribu, de señalar a los malos – los otros – frente a los buenos—nosotros. 

Ahora las fronteras entre izquierda y derecha han perdido sentido, nos dicen. En cierto modo tienen razón quienes así argumentan. El populismo ha arrasado con todas las distinciones: el populista de izquierdas comparte con el de derechas muchas ideas, de ahí el enfado y el miedo de algunos porque los otros – ¡los recién llegados, los advenedizos! – puedan quitarles parte de la clientela.  ¿Se imagina nadie a un populista que votó en las pasadas elecciones alguna de las opciones de izquierda que en las próximas pueda votar a las opciones populistas de la derecha? Pues, por el nerviosismo que hay en los populistas de izquierda, hay quien piensa que las posibilidades son muy elevadas.

Sin embargo, la inestabilidad de las fronteras tiene que ver con una estrategia de control y punición. Quién es y qué es de izquierdas o de derechas son conceptos –banales en estos tiempos, digámoslo – que quedan al arbitrio de unos pocos que pueden ir variándolos a su antojo con el solo propósito de infundir temor a los ciudadanos – que, en la mentalidad de los prescriptores, son solo súbditos. Cuando no hay criterios claros, cuando estos son movibles, o redefinibles, las personas preocupadas por ser de tal o cual orientación política, quedan sujetas a un sistema de terror psicológico difuso muy similar al que experimentan los creyentes de las grandes religiones monoteístas. El miedo a quedar fuera de la tribu provoca angustia. Es interesante que la persona experimente culpabilidad: ‘quedar fuera de la tribu’ da a entender que es la persona la que no se ha esforzado lo suficiente para permanecer en ella, cuando en realidad lo que ocurre es que los prescriptores lo expulsan con el simple cambio de los caprichosos criterios. La asunción de que son otros los que expulsan liberaría a la persona del miedo y de la culpa, por eso es importante subrayar lo que tiene de decisión individual, la frase ‘por tu culpa’ desempeña un papel central en todo el proceso.

Hoy en día la frase ‘ser de izquierdas’ o ‘ser de derechas’ solo tiene una función de control. Sirve para organizar actos de fe en que los miembros del grupo son expulsados con gran aparato propagandístico ante la mirada temerosa de quienes hasta ese momento fueron sus comilitones. Para ello es necesario, arrasar con los conceptos, las ideas y el recto juicio, y crear delitos sin víctimas y víctimas sin delitos. 

Lo que importa es la creación de un sistema represivo arbitrario que logre la sumisión ciudadana.