El yo impostado

 
La única manera de gustarlas más era procurar conocerlas mejor, allí donde se encontraran, es decir, en mí mismo, esclarecerlas hasta en sus profundidades.

 

La frase pertenece a El tiempo recobrado – la lectura que lleva ocupándome un tiempo, lento por fortuna, pues ahora me apetece leer con lentitud – y es indicativa de la distancia que nos separa de aquel tiempo. Proust ha hecho de su vida interior materia novelable. Hoy, quien más quien menos, coge su vida y cree poder hacer con ello una novela, olvidando las vueltas, incisos, matices y destellos que hay en la obra de Proust, ¡en la mente de Proust!, pues si puede hacer algo con su vida – y lo hace a la perfección – se debe únicamente a la personalidad camaleónica que le permitió no explorar su ser sino adentrarse en el ser de los demás. 

Los críticos de hoy hablan de empatía, cuando en realidad lo que ha es esa capacidad para más que comprender a los demás ser capaz de ser los otros. El camaleón de John Keats, concepto olvidado. En una época narcisista – la nuestra – las subordinadas de Proust, los incisos, los paréntesis, las digresiones no tienen sentido. El ególatra tiene a los demás como parte de un decorado, como figurantes de su vida, que imagina trágica y ni siquiera es novelesca.

La cita que abre esta entrada tiene sentido en una sociedad menos narcisista, mas preocupada de verdad por los demás. Lo cual nos lleva a la pregunta política: ¿Cómo puede una sociedad narcisista tener preocupaciones sociales? Haciendo de la impostura modo de vida: siendo un fariseo, en resumidas cuentas.