El relato posmoderno


Las frescas mañanas de este verano anómalo y embarrancado en un tiempo que transcurre pero parece inmóvil. La vida continúa – siempre continúa hasta que llega la muerte, y entonces continúa para los demás. Pavese – nunca pensé que pudiera volver y que su vuelta tuviera tanto sentido; desde luego, mucho más que el de los clérigos, cuyos sermones ya se han ajado o ardido y flotan con pavesas perdidas en la atmósfera detenida y estática. 

En estas mañanas asomadas al abismo me percato de que la Posmodernidad fue desde siempre eso: un relato; para ganar tenía que desmontar los otros. Desplazadas las grandes narrativas de la Historia el relato podía ocupar el centro. El relato despojado de todo sentido político: ¿Politica, para qué? Para ocupar el Poder. Pura ansia destructora. La única obsesión es ganar el relato pero ya no hay relato sino cadáveres en la arena. La sonrisa con la que se gana el relato tornará en agria mueca cuando alguien estorbe: una minucia, sin duda, desde las alturas del Poder.