Pensamiento vital


La vida toma sus derroteros – casi imposible doblegarla, domarla, controlarla. Cuando a la vida se la domeña, lo que queda es otra cosa, un resto de lo que fue, una apariencia, una tristeza infinita: el gris o el blanco y negro de los que tienen calro el lugar de cada uno en el mundo.
El pensamiento – ni elevado ni profundo – se parece a la vida – nadie lo controla ni nadie sabe por dónde discurrirá en el momento siguiente. Así lo entendió Montaigne – y con él todos los ensayistas valiosos. Quien sabe lo que va a pensar mañana es un burócrata o un creyente – especie, por lo demás, cada día más abundante. La filosofía como creencia, se escucha cada vez con mayor frecuencia.
El pensamiento es la vida, no la creencia. Un filósofo que se convierte al veganismo, como he leído esta madrugada, es solo un clérigo – probablemente lo haya sido siempre y sus clases de filosofía fueran de catequesis. O quizás en alguna revuelta del camino perdió el ‘pensamiento crítico’ – palabra tótem donde las haya.