Normalización lingüística


En la anterior crisis, hubo quien – en un ejercicio olímpico de hipérbole – acusó al gobierno de utilizar el lenguaje para retorcer la realidad. Hubo incluso quien se atrevió a decir que el Presidente de Gobierno había dado un ‘golpe de Estado constitucional’. Esos mismos que entonces criticaron el uso del lenguaje son los que han inventado el término ‘Nueva Normalidad’ (con mayúsculas) – tan burdo que es difícil creer que crean que va a servir para algo – o los mismos que controlan, domestican y normalizan palabras como ‘escrache’. Este término – importado de Argentina (¡cuánto nos viene de Argentina!) – venía a significar acoso a servidores públicos – otro término problemático – y lo venía utilizando la izquierda populista. En realidad, el matonismo de izquierda llevaba usándolo desde hacía tiempo con baja intensidad en el País Vasco, pero esto es otra historia. Ahora la izquierda populista ha sido desbordada – a toda acción le corresponde una reacción – y ve que su hegemonía en la agitación social peligra. Es comprensible que hayan lanzado una campaña de control y normalización lingüística advirtiendo que escrache es solo lo que la izquierda hace, que lo otro es matonismo.
El lenguaje hay que controlarlo políticamente. El lenguaje libre es peligroso porque verbaliza la subjetividad y esta – bien lo saben los dictadores y autócratas – es individual y no se somete a dictados ajenos. De ahí que lo primero – siempre – sea controlar, domesticar y normalizar el lenguaje. También Foucault habló de ello.