Una educación estética


Hay un momento exacto para cada libro en la vida, lo que no quiere decir que solo quepa uno en cada instante. Al contrario, la Libertad — esa virtud y ese atributo de la vida humana; sin Libertad no hay vida que sea humana, solo sumisión — permite que haya varios libros. Cada uno — eso sí— influirá de un modo distinto en nosotros.
En algunas ocasiones deberíamos intentar no aprender lo más importante al final — como se quejaba el poeta. Deberíamos haber tenido un programa de lecturas para la juventud — no cualquier juventud sino la nuestra. Hay algo hermoso y heroico en el descubrimiento a ciegas de algunos autores — hay, también, un aliento virtuoso que exige el temprano conocimiento de aquellos libros que contienen en ellos el germen de lo nuevo y de lo clásico. Entre la lectura de lo mejor y la caprichosa — tan necesaria — de lo nuevo, deberíamos encontrar un equilibrio. Al fin y al cabo a partir de los 35 años uno solo añade matices a su educación. Por ello es tan necesaria una temprana educación estética.