Fotografía


En tiempos en los que no podemos movernos con libertad por la calle, nos asalta el agobio de la acción: tenemos que mantenernos ocupados en algo todo el rato pero pasamos por alto que – a veces – la contemplación es una actividad que exige de la más lata concentración y de la quietud más absoluta. Uno no puede estar concentrado mientas pasea por una calle ruidosa sorteando a los viandantes. Hay quien lo hace por el campo – en ocasiones he pensado que podríamos hacerlo por el extrarradio – mientras le da unas vueltas a la fenomenología de Hegel o a la lógica de Russell. Hay gente para todo – ya lo sabemos.
A mí me gusta pasar horas sin cuento mirando por el visor de mi cámara, contemplando el – ahora – escaso espectáculo social – pero en otras ocasiones, tan bullicioso. Las expresiones, la manera de caminar, el modo en que se saludan las personas – anónimas, al menos para mí – ocupan mi atención mientras valoro la importancia de la luz en la fotografía que voy a tomar – o que dejo escapar porque pienso que la luz no es la adecuada.
Los días – a veces solo las horas – de fotografía son fugaces. Tanto mirar suele dar solo una o dos fotos memorables. Tanta es la concentración que uno no se da cuenta de que el día ya está acabando.