Presidiarios


Me acuerdo en esta tarde varada de lo que contaba Javier Marías acerca de Luis Antonio de Villena. Este le había contado que – entre los varios canarios que tuvo a uno lo vistió de preso – con gorrito a rayas incluido. No es mala anécdota para recordarla. Podríamos todos hacernos nuestro propio traje de presidiario, cada uno adornándolo con lo que tuviera a mano o con lo que creyera reflejaba su personalidad. 
Habría – lo sé – quien criticase el exceso exhibicionista; acaso porque no participa en tales divertimentos. Hay quien escribe una literatura del yo – y nada es ficción – y luego se queja del alarde ajeno. Siempre hay buenas razones detrás de cada gesto – nos dicen.
Es lo que tiene el escepticismo amoral – te divierte y agradeces anécdotas como las de los canarios reclusos. Y nos dejamos de monsergas sobre el simbolismo del pobre animal enjaulado.