Mutantes


Hay un punto de coquetería y de narcisismo en las personas que no llevan mascarilla cuando están en la calle. Las veces – pocas – que salgo, obligado por deberes inaplazables – casi todos relacionados con la salud – observo a los dueños de las mascotas que pasean sin que nada les tape la boca – aunque en esta ocasión no sea en sentido figurado, suelen llevar esas personas un gesto altivo como diciendo ‘a mí no hay quien me calle la boca’. Son rebeldes en algo que ni lo requiere ni sirve para nada. Son también -- y eso me los hace simpáticos -- personas que hacen uso de su libertad. 'Libertad, para qué', se repitió durante mucho tiempo. libertad para llevar a cabo -- ¡la performance! -- un acto gratuito.
En este tiempo, por cierto, quien está en la calle está haciendo algo. Estamos en un momento – esperemos que transitorio – en que la calle tiene una función pragmática. Estamos en la calle por alguna razón muy concreta, inaplazable, ineludible; vivimos la experiencia callejera desde el pragmatismo. Esperemos – repito – que sea pasajero y podamos volver a la calle pro el placer de pasear por la ciudad. Durante esta reclusión he entendido que lo verdaderamente importante es la calle: lo verdaderamente urbano. Los bares y las tiendas son adornos. Puedo vivir sin ellos pero me resulta muy difícil no pasear por la urbe – aunque sea provinciana como esta.
En el lado opuesto están las personas que trabajan al lado de los enfermos, ya sea en los hospitales o fuera. Van vestidos y envueltos en ropa impermeable, mascarillas, gorro e incluso pantalla protectora. Recuerdan a los trabajadores de las centrales nucleares que aparecen en las películas. Son el ejemplo presente de la utopía (toda utopía es una distopía, como sabemos bien a estas alturas de la historia). Son seres anónimos, resguardados del mundo exterior. A veces me da por imaginar que son los restos de la Humanidad después de una catástrofe nuclear o incluso biológica. Desde luego si en el pasado la angustia la creó la amenaza nuclear, en el futuro –¡en el presente!– lo hará la biológica. Robert Banner se convirtió en La Masa después de una exposición prolongada a los rayos gamma. Peter Parker fue Spiderman después de que una araña radioactiva le picara. Los Cuatro Fantásticos mutan cuando se ven expuestos a los rayos cósmicos durante un viaje por el espacio exterior. Todos son ya pasado, figuras marchitas que viven su crepúsculo. Los están reemplazando los héroes y villanos que son fruto de una mutación vírica.