Mónadas


Acuso el tiempo encerrado – saliendo lo mínimo, lo exactamente imprescindible. A veces pienso que hemos cumplido el sueño de los hikikomoris. Estos jóvenes japoneses no abandonan sus casas durante décadas en algunas ocasiones. No necesitan hacerlo. Gracias al ordenador pueden encargar la poca ropa que necesitan, la comida, los muebles, la series y películas o los libros que les apetezca leer. Es una sociedad de mónadas conectadas por la invisible red que aúna – ahorma – voluntades pero – me parece – impide un contacto más allá de la fría comunicación.
Imagino que los comunitaristas estarán encantados – por la capacidad que tiene la red para arrastrar subjetividades sin mucha reflexión, sobre todo gracias a la ausencia de reflexión – y los anarcocapitalistas verán en esta situación también su utopía – una sociedad de personas aisladas donde la presencia del Estado se ha difuminado y cada uno puede campar libre por las amplias avenidas virtuales.

Llevo todo este tiempo sin haberme acercado a Margen para comprar algunos libros – aunque no me faltan pues entre reservas y relecturas tengo más que de sobra. Tampoco he ido al Malahierba a tomarme una cerveza. Podría beberlas en casa, pero es de las pocas actividades sociales que aún mantengo – o mantenía, quién sabe. 
Hay que evitar acabar siendo un hikikomori.