Escéptico


Despierto con la mañana ya completa. El asombro del día en marcha vuelve después de tanto tiempo en que me despertaba siempre a oscuras, en la acogedora madrugada de los libros. Esta semana, por lo leído hasta ahora, nadie acusa al sistema de ser el culpable del virus. Volverán, no obstante, los oscuros agoreros, volverán.
Viví, con muchos menos años, la epidemia del VIH, entonces conocido como Sida. Era un castigo divino, nos decían, para castigar a los hombres, que, por lo visto, vivíamos en ciudades que se asemejaban a Sodoma y Gomorra. Hubo quien afirmó, sin sonrojarse, que el virus lo había creado un laboratorio de EEUU para aniquilar la contracultura y a la izquierda. Ahora, también ha quien dice que el virus lo ha fabricado un laboratorio y nos están utilizando de conejillos de indias, y quienes afirman en abundancia que el responsable es el capitalismo. 
Siguen las personas necesitadas de explicaciones irracionales que las consuelen de sus miedos. Y siguen necesitando líderes que las guíen en su travesía por el desierto hasta cruzar el Mar Rojo. 
Un poco alejados, los escépticos. Los que saben que todo esto es propio de la Naturaleza, inestable y determinista aunque también regia por el azar. La crisis no nos cambiará aunque haya algunos que fueren los límites del sistema para acostarnos en el lecho de Procusto. Se intuye ya que nos van a obligar a pasar por las horcas caudinas.
Al final siempre hay alguien que, en nombre del interés general, solo busca su propio provecho.