Celebración en sordina


Vestirme para asomarme a la ventana y dejar que el tiempo pase sin darme cuenta. Es primavera – lleva siéndolo un mes: la de los paseos suspendidos, la de la vida como un mal sueño de reclusión donde por momentos desconozco si lo sentido es real o soñado. Contemplo el cielo gris instalado ya quizás para siempre aunque a lo lejos se dejan ver algunos trazos indecisos de azul – un presagio, o un deseo; hay cosas que nunca se saben.
Hoy no hay libros en la calle, los libreros no pueden sacar su mercancía para que aquellos que no entran en una librería en todo el año puedan conocer qué es lo que otros han escrito. La cercanía es importante en todo, incluso para los libros es importante. ¿De qué si no los escaparates? Es bueno ver las portadas, acercarse y manosear el libro, abrirlo, leer la contracubierta o la solapilla. A veces la faja que lo rodea es suficiente. Una buena frase resume un libro y te dice si fue escrito para ti. Luego está la reunión con los amigos, la charla mientras tomamos algo en la despejada mañana de primavera.
Nada de todo esto será hoy. Nos quedan – aún – los libros. La lectura – la relectura, sobre todo. Releer para descubrirse extraño de uno mismo.