Extraña mañana


La mañana, a la hora en que he amanecido, tenía una mayor espesura. Quizás sea la amenaza de tormenta o que es una hora más tarde y ya la luz ha extendido su reinado y se ha terminado de posar en el mundo. En el mundo vacío de estas semanas.
Hay algo extraño dentro de la familiaridad cotidiana. Nada ha cambiado en el escenario, ni siquiera en nosotros mismos, aunque ya muchos aspectos sean distintos: Este silencio que nos acoge roto solo por el canto zascandil de los pájaros, las calles desiertas, la lejanía de los conocidos y del pasado inmediato: ahora todo lo que fue anteayer parece remoto.
La extrañeza va enseñoreándose de nuestras vidas. Lo que ayer parecía normal, corriente y a veces cansino, hoy es asombroso o anómalo, aunque no extravagante. Quizás sí insólito pero, sobre todo, acechante. A la vuelta de la esquina – de la esquina que vemos desde la ventana – parece acecharnos algo que no logramos ni entender ni clasificar. Como en una buena película de terror donde el peligro acecha inconcreto, así siento estos días que va pasando el tiempo, y que va – como la luz de esta mañana – adensándose. Se acerca – sin saber muy bien qué sea – y su amenaza  parece cada vez más concreta sin que quede especificada en ningún momento.