La mañana fantasmal



La luz de la mañana, siempre temprana, vuelve a tener ese tono apagado. El sol no logra salir de entre las nubes. En las hojas de los árboles hay un brillo mínimo, casi un intento de alegrar el día. Mientras desayuno oigo los autobuses que van y vienen. Me asomo cuando pasa uno de ellos, vacío, fantasmal. Son autobuses hacia ningún lugar. El transporte tiene sentido cuando lleva viajeros; en el momento en que estos están ausentes, el vehículo se convierte en algo fantasmagórico que señala y refuerza el vacío y la ausencia.
Pían desaforados los pájaros. Son urracas, que por Soria conocen con el nombre de maricas (quizás no solo en Soria). Han reemplazado al humilde gorrión, ahora ya un pájaro de la infancia mitificada que podemos añadir a la lista de objetos o vivencias que perdimos junto con los soldaditos de plomo o las visitas a casa de los abuelos. A cambio tenemos estas aves de porte altivo.
Tenemos la sensación de tener más tiempo libre porque los tiempos muertos casi han desaparecido: ni pasamos horas en el autobús ni vamos al bar a tomar un café ni nos paramos a charlar con alguien mientras vamos camino de algún sitio. La sociabilidad no ha desaparecido. Ha cambiado de medio. Imagino que las personas con redes sociales seguirán tan ocupadas como siempre si no más que nunca. 
Los misántropos de la lectura tenemos tiempo para leer. Siempre lo hemos tenido.