Cambios en la vida, que, a pesar de todo, sigue



Hay una sensación de lejanía y apagamiento que el confinamiento desarrolla. Todo parece ocurrir más allá, y deja una sensación tibia únicamente.
José María Álvarez, el dueño del cine Casablanca, ha fallecido y la noticia, que me ha llegado por mediación de otros, ha quedado suspendida en una nada extraña. Enseguida he pensado que era otra víctima del coronavirus. Luego me han dicho que llevaba mal bastante tiempo y evidenciaba notables muestras de decadencia.
Supongo que somos muchos los que tendremos recuerdos de ese cine: de la primera vez que fuimos, de alguna película que nos gustó especialmente, de personas que conocimos allí.
José María había trabajado con anterioridad un cine en el barrio Girón y, después en otro en Cadenas de San Gregorio: Grouchose llamaba. Era poco más que un salón grande pero ahí vi, recién llegado de Soria Mystery Train de Jim Jarmusch, el inicio de mi relación fascinada con su cine. Llevaba un bono que vendía el propio José María para que la entrada fuera más barata. 
Tiempo más tarde abrió los cines Casablanca en la calle Platerías. Allí vi El cielo sobre Berlín de Wim Wenders, con guion de Peter Handke. Quizás mi poco interés por la literatura de handke venga de aquí. Sin embargo, en la película descubrí a Nick Cave and the Bad Seeds, y el flechazo fue instantáneo. 
Después de estar un buen rato recordando esto y muchos otros momentos, como por ejemplo, los ciclos de cine que organizaba en Navidad (impagable el de cine neorealista italiano de hace un par de años, quizás tres) o el festival Cinhomo, he acudido a la página web del cine. Allí había escrito un mensaje diciendo que, debido a la pandemia, cerraba las puertas (y apagaba las pantallas) hasta próxima orden. Nos deseaba a todos un buen confinamiento y deseaba que todo pasara cuanto antes. 
Volveremos a la vida normal pero, desgraciadamente, será sin él.