Aproximación a la textura


Picotean las palomas por la hierba del parque. Pasean despreocupadas, en bandada, algo orondas. Parecen un rebaño; un mundo tranquilo y vacío depara estas estampas inusitadas, también efímeras. 
Con ellas no va la epidemia. Para ellas la vida es algo distinto, instintivo. Saben del peligro y lo evitan pero no tienen conciencia ni de la fragilidad ni de la mortalidad. No hay incertidumbre en sus vidas. Dolor físico, sí, pero no angustia del espíritu. No son seres fronterizos: instalados entre el mundo inmanente de lo sensible y el transcendental de lo simbólico.
En lo superficial se cumple lo físico; más allá, el espíritu nos instala en el territorio de lo transcendente – que nada tiene que ver con la inmortalidad ni con la vida más allá de esta. Hay gente que habla que solo somos superficie y pienso que en el fondo –en el muy lejano y profundo fondo – lo que vienen a querer decir – aunque muchas veces ni se dan cuenta – es que el modo como contemplan es mundo es superficial, banal, con retruécanos que adornan el discurso pero son incapaces de explorar la densidad de la textura humana. Lo superficial es lo banal de nuestra época – quizás de todas.