La humana fragilidad


Amanece nublado, como el ánimo quizás, como el futuro que nos espera. Siempre me ha gustado la palabra porvenir porque tenía un matiz de novedad y de asombro ante lo que aún no había llegado. Quizás el asombro solo lo percibiese yo, quién sabe, pero ahí estaba. Ahora lo porvenir es menos luminoso, menos asombroso y más ominoso.
Vivimos en un momento en que la fragilidad humana ha puesto de manifiesto su más clara naturaleza. Los peligros que nos han acechado siempre están ahí manifiestos; ya no se esconden, o eso creemos. Quizás ahora tengamos una percepción más sensible y aguda de lo que nos acompaña en la vida. Pero esa sola percepción ha despojado al mundo del velo que lo cubría. Hay pocas ilusiones ahora. No es de extrañar que todo el trabajo comunitario – desde la distancia – que la gente lleva a cabo tenga como fin último la restauración del velo. Se mantienen comunicados, guardan las rutinas, piensan en ese porvenir que ahora parece detenido, se envían consejos y rutinas para el día – que cada vez diluye más su consistencia.